Hombres G: El mimetismo como prisión

Por: Julio Ríos/3 de diciembre 2010, Auditorio Telmex, Guadalajara.

Hay cruces que se deben cargar toda la vida. Algunas más pesadas que otras. Sueños que se convierten en inercias que aplastan: un apellido famoso, un “wonder hit”, o un sonido encasillado en cierta época. Son cruces en las que primero se disfruta lamiendo el dulce sabor de los clavos, pero al paso de los años, ya con los remaches oxidados, el dejo cambia. Pero aunque se quiera explorar otros resabios, la implacable condena está dictada: «Para siempre tocarás “Sufre Mamón”. Hasta el final de tus días»

Ese es el mimetismo de los Hombres G. Presos de sus éxitos pretéritos, intentan en ocasiones asomar la cabeza fuera de la celda y oxigenarse con aire puro de nuevos géneros musicales. Pero son los fanáticos, (“atrapados en los ochenta”, sería el lugar común con que muchos los calificarían) quienes se encargan de jalarlos bruscamente a su realidad, la de tocar estoicamente los antiguos hits.

Esa fue la constante en el concierto ofrecido por la agrupación madrileña en el Auditorio Telmex. Odiados por muchos, admirados por otros tantos, aún tienen el encanto para llenar recintos. “Voy a pasármelo Bien”, es el tema con el que  abren su show, más bien modesto y sin despliegues tecnológicos. La gente al ver a sus encanecidos ídolos se levanta de sus asientos para bailar, aunque a la usanza de la época: con los brazos dibujando trazos en el aire y los pies tiesos, impasibles en el piso. Todo un maniqueísmo rítmico.

Luego de cosquillear con “Tengo Una Chica”,  tema conocido de los más acérrimos fans, David Summers anuncia que tocarán temas nuevos también. Y es así como comparten algo de su nuevo disco “Desayuno Continental”. Estos temas, con un sonido más adulto, cercano a los discos de Summers en solitario, provocan que el respetable vuelva a apoltronarse en las butacas. Nada queda ya de aquel new wave que calcaban de Flock of Seagulls y otros grupos de moda de aquellos tempranos 80´s.

El jaloneo continúa durante el concierto. Temas clásicos que levantan a los asistentes como con resorte, intercalados con  rolas nuevas que sientan al público y hasta los hacen cruzarse de brazos con jeta digna de berrinche infantil. Es la constante: dardos de deleite como “El ataque de las chicas Cocodrilo”, o “Si  no te tengo a ti” y luego  somníferos (así lo consideran los vehementes seguidores del grupo a pesar de la elegancia de los arreglos) como “El secreto de Vivir” o “Morir Entre Semana”. El juego parece no funcionar.

Ha pasado una hora de concierto y David Summers, Danny Amézquita, Javy Molina y Rafa Gutiérrez lo empiezan a entender. No les queda de otra. No pueden escapar de su propio sonido ochentero y finalmente  se rinden dulcemente a su destino marcado desde hace 20 años.      Y comienza la verdadera fiesta: “Suéltate el Pelo”, con las fans – que hace  bastante tiempo dejaron de ser impúberes- bailando en el escenario; las empalagosas “Temblando” y “Te Quiero” que son cómplices y pretexto de besos y abrazos;  así como, “Indiana” y “Lo Noto”.  Dos veces tuvieron que regresar ante la insistencia del respetable. En el primer retorno interpretaron “Visite Nuestro Bar”, y “Martha Tiene un Marcapasos”. Y en la definitiva, apareció el baterista “Javy” Molina, quien bañó sus amígdalas con tequila y cantó “Venecia”. Para finalizar, no podía faltar su gran hit: “Devuélveme a mi Chica”. Para entonces el público cuarentón ya había cantado hasta sucumbir en afónicos excesos.

Esa es la jaula de oro de los Hombres G. El secreto: entregarle a la gente lo que quiere escuchar. Es el juego del afable autoengaño. Así son los fans de esta banda, quieren un recital predecible. Qué más da. Así le funciona a la banda. Así le funciona al público para divertirse derrochando añoranzas.  Finalmente la vida no debe ser tan complicada.

FOTO: EL INFORMADOR

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