Sábado negro en viernes

Julio Ríos/ septiembre del 2007

Muchas cosas se dicen de Ronnie James Dio, vocalista de la segunda etapa de Black Sabbath y de otras bandas legendarias, como Rainbow. Circulan varios mitos: que vendió su alma al demonio, que viene de otra dimensión, o que es el mismísimo Satanás encarnado. Otras versiones, más realistas, afirman que simplemente es el mejor vocalista que ha tenido el heavy metal.

Y aunque puede haber algo de cierto en la primera versión, hay más elementos para comprobar la segunda hipótesis. Y es que no hay explicación lógica para dilucidar por qué un hombre de 64 años aún canta como si tuviera 25. La potente voz y la legendaria guitarra de Tony Iommi, el intenso bajo de Geezer Buttler y la poderosa batería de Vinnie Apice son elementos suficientes para confirmar su estatus de leyendas vivientes.

Black Sabbath, una de las más grandes agrupaciones en la historia del rock mundial, estuvo por primera vez en tierras tapatías. Han pasado casi 40 años desde que se formó la banda y 37 de que lanzaron su primer disco y, a pesar del tiempo transcurrido, estos músicos siguen demostrando gran calidad en el escenario.

El recital, que se realizó el pasado 28 de agosto en la Calle 2, atrajo la atención de más de 6 mil fanáticos de todas las edades.En las filas de adelante había adultos de entre 50 y 60 años, bien vestidos, con pelo corto y canoso, que durante años esperaron la oportunidad de escuchar en vivo a la banda que les hechizó en su juventud, y que de paso plantó la semilla de un árbol del que surgirían multitud de subgéneros del rock.

“Los pinches nacos están allá atrás”, decía desdeñoso un cincuentón de traje blanco y corbata delgadita estilo ochentero, mientras encendía un cigarrillo y esperaba a que iniciara el concierto. En las filas de atrás estaban los jóvenes de pelo largo, con camisetas de grupos de vanguardia, pero que reconocen que sin los maestros de Black Sabbath no podría existir la música que ahora escuchan. “Esto es historia pura. Nunca volveremos a ver a Black Sabbath y a Dio, y menos en Guadalajara”, decía emocionado a su hijo un viejo adepto de la banda inglesa.

Y es cierto. Todo indica que ésta será la última gran gira para los veteranos de Black Sabbath, que por cuestiones legales tuvieron que ser rebautizados para la ocasión con el nombre de Heaven and Hell (título de su álbum de 1980, uno de los pilares del heavy metal).La publicidad también exaltaba lo histórico de la reunión: “Dio, Buttler, Iommi y Apice: por primera vez juntos en los últimos 15 años”.

Son pocas las agrupaciones que se dan el lujo de tocar con dos formaciones distintas y mantener los mismos niveles de éxitos. En este caso, fue el reencuentro de la segunda alineación, que también tuvo fama mundial a comienzos de los ochenta, cuando dejó un poco atrás el oscuro sonido del doom y se enfocó en un trabajo más orientado al Hard Rock y el New Wave of British Heavy Metal.

Noche de clásicos

“No se la tomen conmigo. Yo valgo madre. Mejor tómensela con el Dio”, decía Alejandro, vocalista de la popular banda tapatía Disidente, cuando al final del “toquín” unos chavos se acercaron para pedirle una fotografía. Y es que esa noche todo mundo se unificó para rendir culto a los máximos sacerdotes del rock pesado.

Los tapatíos de Nightbreed abrieron la noche con una mezcla extraña de doom y death metal. Aunque no sonaba tan mal, tuvieron que marcharse rápido porque la gente ya estaba impaciente y no le interesó escuchar a la novel banda.

“¡Sabbath, Sabbath, Sabbath!”, gritaban al unísono más de 6 mil gargantas. Habían esperado por años para verlos y no podían aguantar más. Cuando todos esperaban la salida de José Fors al escenario (pues estaba programada la presentación de su banda Forseps), la sorpresa fue mayúscula, cuando se escucharon unos acordes muy conocidos. Era el mismísimo Black Sabbath, que abrió con The Mob Rules, lo que desató la euforia del público.

Era tanta la emoción que quienes estaban en las primeras filas estaban siendo aplastados por la gran cantidad de gente; sin embargo, la situación se normalizó luego de dos o tres canciones. El misticismo y el oscuro ambiente que en el pasado eran distintivos de la banda ya no estuvieron presentes en este concierto. Apenas unos barandales y unas columnas de piedra adornaban el escenario, que contó con una iluminación espectacular y un sonido impecable.

Uno a uno fueron encadenándose clásicos de los tres discos que grabó Sabbath con Dio: Heaven and Hell, Mob Rules y Dehumanizer. Entre los temas que interpretaron, estuvieron Computer God, I, TV Crimes, Die Young, The Sign of the Southern Cross y Children of the Sea, en los que Ronnie James Dio demostró que su voz está intacta y sorprendió a sus miles de seguidores con la potencia de su garganta y la claridad de sus falsetes.

Los demás integrantes también demostraron estar en buena forma. Vinnie Apice ofreció un espectacular solo de batería, al tocar como si tuviera cuatro brazos y tres piernas. Tony Iommi también dio cátedra en las seis cuerdas y se lució en la interpretación de la apoteósica Heaven and Hell, que la banda adaptó para una versión de 20 minutos. En esta pieza la leyenda británica de la guitarra, de nuevo logró esa complicada síntesis de virtuosismo y sencillez reservada sólo para los iluminados.

Finalmente, luego de algunos bises y de descargar el tema más esperado por los fans el grupo salió del escenario y ante la insistencia del respetable regresó para deleitarles con Neon Knights. Así terminó una noche mágica de rock and roll, arte y adrenalina. Una velada que quedó grabada en letras de oro en la historia del rock en Guadalajara. Aunque quizá más bien, queda cincelada con letras negras. Y es que fue un sábado negro, pero en viernes.

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