Púrpura profundo: Cura para la presbicia

POR: JULIO RÍOS / Febrero 2011

El color púrpura simboliza el poder, la nobleza y la extravagancia. Quienes creen en cuestiones esotéricas sostienen que este color aporta “la estabilidad del azul” y la energía del color rojo. Además de que es poco frecuente en la naturaleza. Entre más profundo es ese púrpura, evoca a la nostalgia.

Todas y cada una de estas interpretaciones sobre este pigmento encajan a la perfección con lo ocurrido el domingo 27 de febrero en el Auditorio Telmex de Guadalajara, donde seis mil almas disfrutaron de un recital de la banda británica Deep Purple, leyenda del rock and roll.

Formados en Hertford, Inglaterra, en 1968, esta banda fue clave para la aparición de posteriores grupos legendarios como Rainbow o Whitesnake, y su influencia persiste hasta nuestros días. Si bien sus días de fama comercial han quedado atrás, la banda ha encontrado por fin un punto de estabilidad artística y así lo demostró durante las dos horas que duró el concierto en tierras tapatías.

Estos casi septuagenarios aún tienen la energía suficiente para llenar grandes recintos e “incendiarlos” con sus notas (como narra Smoke on The Water). Y es que mientras otros seres humanos de su edad se acongojan por asuntos como la artritis, la presbiscia o la insuficiencia hepática, los integrantes de Deep Purple tienen poco de que preocuparse.

Ian Gillan (1945) aún conserva algo de la voz que lo hizo famoso;  Ian Paice (1948) no deja de poseer un robusto y consistente  beat en la batería, el bajista Roger Glover (1945) sigue siendo el cimiento de esta atmósfera musical y los dedos de Don Airey (1948) siguen deslizándose sobre el teclado cual cuchillo en mantequilla. El más joven, Steve Morse (1954) no ha perdido la genialidad para hacer suspirar a su guitarra.

Familias completas, abuelos, padres y nietos, componían el público que esa noche acudió al concilio rockanrolero. El “púrpura profundo” inundó la noche desde el mismísimo momento en que sonaron las primeras notas de “Highway Star”.

Gillan apareció vistiendo una playera y tenis tan blancos como su pelo. Atrás quedó la época en que lucía una nutrida cabellera, y si bien su voz no es la de antaño, sigue siendo algo traviesa para meterse en ciertos escondrijos del escucha. A la usanza antigua, la batería al ras de piso, y los amplificadores y bocinas junto a los músicos, formando un círculo íntimo.

Los asistentes se levantaron de sus butacas para cantar y acompañar con palmas cada rola, maravillándose con el virtuosismo de los músicos, sobre todo de Morse en la guitarra y Airey en los teclados.

Los momentos inolvidables para los fans tapatíos fueron encadenándose como si fuera un guión teatral. Con la bluesera “Strange kind of Woman”, las seis mil gargantas se unieron en una sola para cantar los coros y en “Rapture of the Deep”,  a los espectadores no les quedó otra más que bailar de forma cómplice.

Morse fue el encargado de maravillar a los presentes con un pasional solo de guitarra que fue hábilmente enganchado a la balada “When a Blind Man Cries”. Luego el “chantaje sentimental” solapado por el público fue el solo de teclado de Don Airey, quien intercaló fragmentos de blues, música clásica y finalmente, como dardo certero al corazón de los presentes, a dos manos tocó la pieza “Guadalajara”, original de Pepe Guizar. La ovación no se hizo esperar.

Ya con el ánimo por las nubes, como andanada se vinieron “Perfect Strangers”, “Space Truckin” y la más clásica: “Smoke on the Water”, que relata los hechos del 4 de diciembre de 1971, cuando se incendió el casino de Montreux, en Suiza, a causa de una bengala que un joven tiró al escenario durante un concierto de Frank Zappa.

Con este tema, Deep Purple se retiró, pero ante la insistencia del respetable regresaron para regalar a la audiencia dos clásicos temas más: “Hush” – cover de 1967- y la conocidísima “Black Night”, lo cual fue interpretado por muchos como una paradoja, pues para nada fue una noche negra, sino un crepúsculo con tintes de púrpura profundo.

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